INSTITUTO DEL PENSAMIENTO LIBERAL
"ALFONSO LÓPEZ MICHELSEN"
PALABRAS
DEL DIRECTOR DEL PARTIDO LIBERAL, EXPRESIDENTE DE LA REPUBLICA , CESAR
GAVIRIA, EN EL EVENTO DE DESIGNACION DEL INSTITUTO DEL PENSAMIENTO LIBERAL CON
EL NOMBRE DE ALFONSO LOPEZ MICHELSEN
Bogotá,
septiembre 10 de 2008
Con
este evento en el que bautizamos a nuestra principal institución ideológica de
capacitación y de formación con el nombre de Alfonso López Michelsen,
celebramos los 160 años del Partido Liberal. Es un homenaje también a Ezequiel
Rojas nuestro fundador, de quien recibimos el legado de un partido liberal
digno, civilista, respetuoso de la ley, constructor de instituciones al
servicio de la gente y no de los gobernantes.
López
Michelsen fue una personalidad de las que nuestra nación ha producido muy
pocas. Nadie influyó tanto en mi generación, por su lucidez, por su actualidad,
por su capacidad para enfocarse en los problemas públicos siempre de una manera
singular.
Fue
una personalidad excepcional, la que mejor conjugó las virtudes de
estadista, pensador, político, historiador, humanista, periodista,
escritor, cualidades de las que estuvieron dotados unos pocos, solo un puñado
en nuestra historia.
A
él le debemos la más grande contribución a la formación de las
instituciones políticas que nos gobiernan y que reglan nuestros comportamientos
como ciudadanos. “El espíritu Calvinista de Nuestras Instituciones” es tal vez
el principal ensayo, el más influyente, el más lúcido de ciencia política del
pensamiento colombiano que se ha escrito a lo largo de nuestra historia.
El
Frente Nacional
Una
rápida ojeada a nuestra historia nos muestra cómo fue López el principal
contradictor del Frente Nacional. Desde el MRL, él preservó las ideas liberales
de su menoscabo por lo que había de antidemocrático y antiliberal en aquella
necesaria interrupción histórica. Pero más allá de las opiniones que puedan
tenerse sobre el Frente Nacional, él salvó esa experiencia histórica, y en
virtud de las actitudes y decisiones que tuvo en el Gobierno de Carlos
Lleras y de la reunificación del liberalismo, el país pudo regresar a la
democracia sin sacrificio de la paz entre los partidos históricos. Y ya
en el final de ese compas democrático, y cuando vuelve la competencia a nivel
de la presidencia, el triunfo de sus ideas en la elección del 74 le permitió
al liberalismo retomar su fisonomía, sus posiciones, sus actitudes,
sus compromisos históricos.
Lopez
gobernante
El
Presidente López fue luego un gran gobernante. El período del Mandato Claro fue
sobresaliente. Tuvo un importante éxito en su política económica que al final
de su gobierno produjo extraordinarios frutos en crecimiento y empleo. También
hay que destacar su visionaria política energética y su política cafetera.
López siempre defendió la seriedad en el manejo económico; tuvo un indeclinable
compromiso con la moneda sana; y una política de ingresos y salarios dirigida a
proteger los trabajadores y las clases medias.
Su
estatuto tributario fue ejemplo de tributación sin huecos, sin prebendas, ni
concesiones excesivas a los poderosos. Realizó la colombianización de la banca
extranjera. Trabajó vigorosamente por una política agrícola que aumentara la
productividad e impulsó el aumento de los salarios rurales y el
desarrollo rural integrado. Fue un gran reformador, al tiempo audaz y realista.Todos
aprendimos en aquellos años que la protección de los débiles es la principal de
las obligaciones del liberalismo.
Determinó
la igualdad de las mujeres ante la ley. En su gobierno se adoptó el divorcio
para los matrimonios civiles. Fortaleció con tributos el ICBF; estableció los
intereses para las cesantías.
Nunca
repartió cheques, ni otorgó sinecuras, ni entregó la nómina a satisfacción de
los políticos de turno.
Su
vigorosa política internacional, con Indalecio Liévano como Canciller, aumentó
la extensión de nuestro territorio soberano por medio de tratados
de delimitacion de áreas marinas y submarinas en el mar Caribe. Otro hecho
sobresaliente fue el papel trascendental que jugó para la devolución del Canal
de Panamá a los panameños, y para la preservación de los derechos de Colombia
de paso por el canal.
Fue
un buen gobernante porque nunca buscó la popularidad fácil. Sin reatos defendió
las decisiones que consideraba buenas para el país, así parecieran impopulares.
En
muchas ocasiones él nos contaba sobre sus políticas, su cabal ejecución y
sus resultados. Con el curso de los años ellas han salido airosas de todos los
análisis. Yo tuve la impresión, no sé si correcta, de que él consideraba que
esa era su principal contribución a Colombia. Yo nunca compartí esa
apreciación a pesar de mi total identidad con la muy positiva valoración de su
gestión de gobierno.
Poderoso
intelecto de Lopez Michelsen
Siempre
he pensado más en López el pensador. El país le debe a López el haber servido,
por varias décadas, como su principal orientador, como su guía incontestable.
Los liberales lo vemos como nuestro faro, y a él le debemos el haber sido el
principal forjador de nuestras ideas en el último siglo. Algunos piensan que
tal reconocimiento debe ser a Alfonso López Pumarejo y a la Revolución en Marcha. Y
cierto es que nadie compite con el viejo López por la conciencia social que
plasmó en nuestra Constitución y por la vocación social de la que impregnó al
liberalismo.
Hay
otros que piensan en nuestros mártires Uribe, Gaitan, Galán o en los dos
Lleras. Pero el poderoso intelecto de López Michelsen y su capacidad para
polemizar, para debatir, para practicar la duda metódica, para
darle jerarquía a muchas propuestas y planteamientos contrapuestos, para
analizar todas las opciones desde un ángulo critico, para usar la
dialéctica en la búsqueda de la interpretación acertada o la
política correcta, son absolutamente incomparables en nuestra historia.
López
no fue simplemente el más eminente de nuestros copartidarios, o el principal
dirigente público sino, más aun, la más importante figura intelectual del siglo
XX. Y eso fue fruto no solo de su poderoso intelecto, de su voraz capacidad de
leer, de su magistral pluma, sino de sus impresionantes conocimientos, los
cuales acumuló sobre las más diversas materias. El mantuvo siempre una
avidez por lo que acontecía a todo lo ancho del mundo. No había interlocutor, y
el los escogía con ojo avizor, que no fuera sometido a un riguroso interrogatorio
en la búsqueda de ideas frescas de conocimientos inéditos, de opiniones
divergentes.Muchos de los textos de López están entre la mejor prosa que se ha
escrito en Colombia. Muchos de sus textos históricos son de lo mejor logrado de
nuestra historia escrita. Entran allí Los Elegidos, Esbozos y Atisbos, sus
Notas de la Calle ,
los centenares de conferencias y de escritos periodísticos.
En
verdad no hay en toda la historia liberal nadie que haya amalgamado nuestro
pensamiento, que hubiera puesto a prueba nuestras ideas en diferentes
circunstancias históricas. Por su privilegiada mente pasaban las enseñanzas de
la ilustración, las del positivismo, las de la revolución francesa, las de la
generación española del 98, las de los republicanos; transitaban las
ideas radicales de nuestro liberalismo del siglo XIX, las de Núñez y las de
Uribe Uribe, las de la republica liberal, las propias y las de sus
contemporáneos. De esa manera lograba esa feliz síntesis de lo que significaba
ser liberal en la segunda mitad del siglo XX.
Siempre
tuvo una manera propia y fresca de ver los problemas nacionales. Nos educó a
millones de colombianos. A mi generación López le enseñó a pensar y, sobre
todo, a pensar como liberal, a actuar como liberales. De su mano aprendí la
importancia del libre examen, de la práctica del disentimiento, de la
importancia de la tolerancia, del respeto al derecho ajeno.
Aprendimos
de López a rechazar todas las imposiciones, todos los unanimismos, todos los
cultos a la personalidad, todos los dogmatismos y los autoritarismos. Nunca
decirle al príncipe lo que quiere oír. Aprendimos a discutir las tesis, las
premisas, las conclusiones, las supuestas verdades históricas, los argumentos
de autoridad. Ese es para nosotros un compromiso sagrado con López y con
Colombia al cual no vamos a claudicar.
Para
otros, López era rebeldía, contestación, indisciplina,
irreverencia, ironía, humor provocador, desdeño hacia la pompa, rechazo a
los pactos frente nacionalistas. En efecto era un poco de todo eso. Cada una de
esas características nos conduce a la esencia de lo que es ser liberal a carta
cabal.
Tengo
muchos motivos de gratitud y reconocimiento para con el presidente López. Fue
un extraordinario amigo y considero la amistad que me extendió como una de las grandes
satisfacciones de mi vida. Hablar con él, y lo pude hacer por cerca de tres
décadas, constituía una experiencia formidable. Cuando uno dejaba ese
intercambio verbal, el presidente López lo había confesado de toda la
información que uno cargara y le había sembrado mil preguntas nuevas. Porque
López tenía esa rara cualidad de no sembrar respuestas sino preguntas; él no
era fuente de certidumbres sino de dudas.
Y
ese era un ejercicio que practicado como lo hizo, a lo largo de toda su
parábola vital, logró que nuestra sociedad colombiana se tuviera
que cuestionar esas verdades formadas por cierta pereza intelectual
o que eran fruto de los intereses creados. López nos enseñó así a nunca aceptar
dogmas ni verdades absolutas; todas son relativas; todas tienen un momento
histórico. Cuántas veces redefinió qué era ser de izquierda en Colombia, cuál
era una actitud contestaria, qué era el statu quo, qué era ser reformista o
revolucionario.
López
nunca pidió tregua, pero tampoco se la otorgó a sus contradictores. Nunca fue
un espectador, fue siempre un protagonista. Nunca contestó lo que su
interlocutor esperaba. Nunca se fatigó de la controversia. Todo ello era
de la esencia de su carácter y su vida.
El
nos enseñó como nadie en qué consistía el debate. Nunca apeló a las ofensas
personales; nunca acomodó los hechos a sus conveniencias políticas, tal como
acostumbra hacerlo nuestro príncipe. Le gustaba que lo controvirtieran, que le
dijeran que estaba equivocado. Nunca se sintió dueño de la verdad. Siempre
pensó que eso era lo menos liberal.
Lopez
y sus campañas
Tuve
la oportunidad de acompañar al Presidente López en sus dos campañas
presidenciales. En la primera nuestro país se volcó en todas las regiones para
apoyar su nombre. Era la culminación del afortunado lema “López es la Esperanza ”. Era el
partido retomando su rol historico en la sociedad colombiana. Es difícil
imaginarse tal conjunción de voluntades, tales expectativas. Cautivaba las
masas con su discurso reflexivo, histórico, inteligente, simbólico. Nada
de retórica vacia, nada de halagos fáciles, nada de populismo barato.
Aprendí
de él mucho más en su segunda campaña, que en la primera triunfante. Entonces
tuve la oportunidad de ver de cerca su audaz propuesta denominada
Preámbulo al Foro Liberal. Vi en privado, en algo que él denominó el Comité de
Programas, que entonces podríamos decir era su kinder, cómo ponía a prueba
varias ideas, cómo construía políticas alternativas, cómo encontraba opciones
insospechadas, cómo enriquecía el ideario liberal. Oir a López razonar,
preguntar, dudar, era un ejercicio fascinante.
Colombia
perdió de no haber tenido ese segundo mandato que hubiera puesto a tono
nuestras instituciones políticas con los
poderosos
desafíos que surgieron en las tres décadas siguientes. Qué pérdida tan grande
no haber anticipado la reforma a la justicia y al régimen departamental y
municipal que buscaba la malograda convocatoria a la Constituyente que
fue aprobada por el Congreso pero declarada inexequible por la Corte.
Cuando
avocamos estos temas en el 91, los problemas eran más graves y los retos mucho
mayores. Tuvimos que hacerle frente a una violencia ya desbordada que
deslegitimaba enormemente nuestro sistema político. La necesidad de
descentralización y de una mayor participación ciudadana era enorme. La falta
de transparencia debilitaba muchísimo la calidad de nuestra administración
pública. Pero el país se dejó llevar por las propuestas de tinte populista y
por la esperanza de una paz elusiva que se buscó de manera improvidente.
Constitucion
del 91
El
principal apoyo que recibí de López se dio en el proceso de sacar avante
el acuerdo político que le dio vía libre a la Constitución de 1991.
Siempre tuvo reservas sobre el procedimiento que escogimos para expedir la
nueva Constitución, pero le prestó un servicio político enorme a la nueva
Carta Política, a mi gobierno y al liberalismo que, por lo demás, salió
bastante airoso de ese proceso. Nos apoyó para realizar, en compañía de Álvaro
Gómez, Antonio Navarro y Horacio Serpa, el acuerdo que hizo posible la
expresión de lo que pensaban la mayoría de los Constituyentes, en el
sentido de hacer una elección de un nuevo Congreso dentro de las reglas
de la nueva Constitución.
Y la Constituyente
recogió las ideas impulsadas por López de reformar el régimen territorial
y el de justicia. Aunque no tenia simpatía por la extensa consignación de
derechos, reconoció que el eje de la Constitución era la
protección de esos derechos ciudadanos y la tutela como gran instrumento para
hacerlos respetar. En esto fue particularmente claro en la campaña liberal del
2006.
Y
no tuvo reserva alguna en aceptar que la Constitución del 91
era de estirpe liberal y que en dicha campaña esa debía ser la principal
bandera del liberalismo. Esta era la parte medular en la defensa
del Estado Social de Derecho y el significativo fortalecimiento del Estado.
Entre
muchos de sus atributos, el presidente López fue en el siglo XX el principal
constitucionalista de nuestro país. Y allí sobresalió de una manera
contundente.
Si
alguien nos enseñó la importancia de la separación de poderes fue López.
Hablaba de los controles y de los equilibrios que hoy queremos defender de una
contrareforma a la
Constitucion del 91 que parece más una reforma contra la
justicia que de la justicia. Si alguien nos enseñó a acatar las decisiones de
la justicia fue López. Nadie como él defendió con tanto vigor la supremacía de la Corte Suprema de
Justicia. El defendió como ninguno la igualdad de los ciudadanos ante la ley;
el principio según el cual nadie en un Estado de Derecho se puede sentir más
allá de la ley
De
su mano aprendimos que nada más ajeno al liberalismo que confundir los
intereses del Estado con los propios. Nada más ajeno al liberalismo que el Estado
Teocrático al que ahora se quiere regresar. Como pocos en nuestra
historia, López defendió la separación de la Iglesia y el Estado sin apelar a argumentos
anticlericales. Cuántos liberales han dado su vida por conquistar un Estado que
no fuera confesional. Y en todo caso, para él hubiera sido impensable vivir en
una Colombia donde tilden de cómplices de los terroristas a los
magistrados de la Corte
Suprema porque no entregan la justicia a la voluntad del
régimen y, en lugar de ello, se dedican a investigar masacres y
paramilitarismo.
Un
liberal de todas las horas
Con
todo y lo tempestuosa que fue su vida política; con todo lo que significó ser
disidente, colocarse al margen de la disciplina, fue fiel al partido, a sus
ideas, a su credo, a su papel histórico.
Y
con estas banderas el presidente López nos acompañó a todos los rincones de
Colombia en la campaña que culminó en el 2006 para defender el partido en una
difícil coyuntura política. Lo hizo en compañía de la niña Ceci y realizaron
ambos un impresionante esfuerzo físico, asumiendo un significativo riesgo de
seguridad y salud. Recuperó a plenitud su condición de compañero jefe que
tanto añoran los que hicieron parte del MRL.
En
esos días pasó por Tierralta y Valencia para romper el cerco paramilitar que le
impidió al liberalismo realizar reuniones políticas por ocho años, y donde
recientemente se había asesinado a uno de nuestros diputados por no pedir
permiso a uno de los cabecillas paramilitares para hacer una reunión. Se
pronunció con una contundencia incontestable contra las connivencias con el
paramilitarismo y contra cualquier conducta o planteamiento que aceptase tales
conductas como un mal menor o necesario. Estas giras las hicimos con nuestros
parlamentarios y en especial con nuestros senadores Juan Manuel López y
Mario Salomón Nader.
En
el ocaso de su vida no entendió a los renegados; no entendió a los oportunistas
que se fueron detrás de los halagos y las canonjías a defender ideas ajenas a
la tradición liberal, más propias de los contrarios. Recuerdo el diluvio que
caía cuando él se dirigía a los manifestantes en Barrancabermeja; los ánimos
caldeados por la persecución que el partido sufría en la Jagua de Ibirico; o el sol
que nos asediaba en la plaza principal de Tumaco. Y así logró que el
liberalismo realizara la campaña con un temperamento optimista. En todas las
plazas lo reconocieron como el gran jefe liberal, como nuestro timonel. Qué
hubiera sido de nuestro partido sin su apoyo, sin su presencia.
Cuando
un año después le insistí para que nos acompañara en una exitosa consulta que
el Partido Liberal realizó para la elección popular de directorios y
delegados a nuestro Congreso Liberal, el Presidente López me respondió que no
podía porque estaría en la celebración
de los cuarenta años del Festival Vallenato. Ya su quebrantada salud no le
permitió estar en ninguno de los dos eventos.
Y
cito este episodio para poner de presente que Colombia le debe esa poderosa
transformación que ha significado adoptar el vallenato como nuestra música
nacional. A él, y también a Gabo, le debemos la adopción de los valores de la
cultura costeña como la cultura nacional.
Y
su deseo final, lo que constituyó su última aspiración, fue el intercambio
humanitario. Nadie como él en Colombia sabía la normatividad y los alcances del
Derecho Internacional Humanitario. Defendió con ardentía los protocolos de
Ginebra. Defendió la Corte
Penal Internacional. Estamos obligados a luchar para que el
intercambio humanitario se pueda dar sin concesiones territoriales, sin
complicidades con el terrorismo.
Fue
un esposo y un padre de familia ejemplar, y de él recibimos un legado que todos
estamos obligados a preservar. Murió López en la plenitud de su vigor
intelectual. Y hasta el último momento de su vida nos ayudó a interpretar lo
que ocurre en Colombia y en el mundo, tarea bien difícil. Lo mejor que
podemos hacer para rendir un homenaje a su memoria es luchar por su manera de
hacer liberalismo, por su noción de cómo se le sirve a Colombia. El mejor homenaje
es no dejarnos atrapar por el pasado, mirar siempre hacia el porvenir de
Colombia con optimismo y con confianza en las ilimitadas posibilidades de
nuestra nación.
Muchas
gracias.
1 comentario:
CESAR AUGUSTO GAVIRIA TRUJILLO (Pereira, 31 de marzo de 1947)
(67 años)
55.º Presidente de la República de Colombia
7 de agosto de 1990-7 de agosto de 1994
Predecesor: Virgilio Barco Vargas
Sucesor: Ernesto Samper Pizano
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